«El desafío en Europa es crear un movimiento antirracista organizado y orgánico»
Las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd en Estados Unidos reavivaron viejos cuestionamientos sobre la historia colonialista del Viejo Continente. «Sería interesante un movimiento que ponga en discusión el sistema hegemónico blanco», afirmó la académica.
Por Victoria Prim
Las protestas en Europa en repudio al asesinato del afroamericano George Floyd en Estados Unidos reavivaron viejos cuestionamientos sobre el propio racismo y la historia colonialista del Viejo Continente y abre, una vez más, el desafío de convertir a esos reclamos en demandas políticas organizadas y concretas, según la mirada de la historiadora argentina Marisa Pineau.
«Europa tiene una larguísima historia de colonización e imperialismo. Los ingleses, los franceses y los belgas siempre opusieron resistencia a la hora de pensar sus historias nacionales como imperiales», explicó Pineau, jefa de cátedra de Historia de la Universidad de Buenos Aires (UBA) especializada en África y colonialismo en diálogo con Télam.
«El desafío de lo que está pasando ahora es que lleve a un movimiento organizado y orgánico; y aún más interesante sería que, de existir tal movimiento, ponga en discusión el sistema hegemónico blanco», agregó.
Por ahora, las dirigencias políticas, salvo algunas pocas excepciones, como el alcalde de Londres, Sadiq Khan, no han dado señales de estar listos para dar este paso.
«Si no son los gobiernos, por lo menos los partidos opositores deberían recoger el guante de los reclamos en las calles y adoptar estas demandas para colocarlas en la agenda política. Ese es otro desafío. Hay que esperar a ver qué pasa», la historiadora destacó que aún no está claro cuál será la posición y cuánta voluntad política de cambio mostrarán el laborismo en Reino Unido y la oposición en Bélgica y Francia, aún de la mano de la izquierda tradicional, como la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.
Si no son los gobiernos, por lo menos los partidos opositores deberían recoger el guante de los reclamos en las calles y colocar esas demandas en la agenda política”
Tampoco, sostuvo, está claro si las protestas y el debate generarán un movimiento más organizado en el mundo académico, un espacio que ha sido pionero en esta lucha en otros países.
«No es la primera vez que se discute el racismo en estos países. Cada uno con sus particularidades lo ha abordado antes. Pero después de muchos años, estas discusiones se dan hoy en el ámbito académico, entre los círculos intelectuales que hasta ahora no parecían querer anclar la discusión en un movimiento político organizado», explicó.
Pero la discusión no se limita a los claustros o al debate entre políticos. A las manifestaciones en Inglaterra y Bélgica de estas últimas semanas en contra del asesinato de Floyd, asfixiado durante una detención por un policía blanco de Minnesota, les siguieron agresiones directas a los monumentos a esclavistas.
Para la historiadora, la explosión de estas protestas masivas en Europa y, especialmente, los ataques y cuestionamientos a los símbolos del pasado colonial y esclavista se debe a que «hubo un caldo de cultivo que estalló sin que el arco político o los manifestantes se dieran cuenta».
Hubo un caldo de cultivo que estalló sin que el arco político o los manifestantes se dieran cuenta”
«Por un lado, la cristalización del déficit sanitario a la hora de contener la pandemia del coronavirus dejó en evidencia como mínimo la incapacidad del sistema de salud y como máximo el abandono y desprecio de los gobiernos ante la salud de sus ciudadanos. Por otro lado, la crisis económica que amenaza con el desempleo y avizora un futuro más complejo. Estas dos causas sumadas a una larga historia fundacional de opresión, colonialismo y neocolonialismo formaron el caldo de cultivo», detalló Pineau.
Ese «caldo de cultivo», en el caso del Reino Unido, fue la gestión de la pandemia que hizo el primer ministro, Boris Johnson, que llevó al país a ser el que más muertos tuvo en Europa y uno de los primeros del mundo.
Además, la historiadora explicó que en Inglaterra, la demanda estadounidense de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) «entró en resonancia con el movimiento Rhodes Must Fall (Rhodes Debe Caer), que a partir de la figura del supremacista blanco del Siglo XIX Cecil Rhodes, discute el pasado de esclavitud y colonización, el racismo estructural y la expresión de todo ese pasado colonialista británico».
El movimiento estudiantil Rhodes Must Fall nació en 2015 en la Universidad de Ciudad del Cabo para remover un monumento que existía del gran defensor del dominio británico en África. Al año siguiente, se replicó en la Universidad de Oxford con menos éxito ya que los donantes de universidad amenazaron con retirar su dinero.
Para Pineau, las complicaciones no son menores en Francia, donde el racismo y la brutalidad policial están siempre en el centro de la discusión política pública, aunque pocas veces con resultados concretos.
«En Francia, el hecho de que su presidente, Emmanuel Macron, discuta hoy la baja de las pensiones, sumado al movimiento de los chalecos amarillos y en medio de un cambio estructural del estado de bienestar francés, terminó de asfixiar a los que ya estaban al margen de un sistema cada vez más excluyente», explicó.
Bélgica también se puede explicar por una combinación de los efectos de la pandemia -es el séptimo país con más casos y el quinto con más muertes en Europa- y su pasado colonial.
Para la historiadora, un elemento determinante en Bélgica es que el asesinato de Floyd coincide con el 60 aniversario que se conmemora a fin de mes de la independencia del Congo Belga después del genocidio cometido por el rey Leopoldo II, cuyos bustos y monumentos se encuentran esparcidos por todo el país, pese a lo constantes reclamos para retirarlos.
Algunas de estas estatuas aparecieron desfiguradas esta semana en media docena de ciudades, y en Amberes, directamente quemada.
«Había un clima de tensión esperando a estallar y con el asesinato de Floyd, la proximidad a las elecciones en Estados Unidos, las respuesta de Trump, se prendió una mecha en Europa que posibilitó las protestas en las calles», sostuvo la historia y concluyó: «El desafío de Europa será duro y lento, pero habrá que esperar y ver con atención qué pasa».