Los cerebros crecen con las grandes crisis
Los cerebros de los mamíferos experimentaron su mayor crecimiento como consecuencia de dos grandes crisis globales: la extinción masiva hace 66 millones de años y una transición climática hace 33 millones de años.
Investigadores del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal han concluido luego de una extensa investigación que el mayor crecimiento en el tamaño de los cerebros de los mamíferos coincide con dos grandes crisis a nivel planetario. Por un lado, la extinción masiva de especies ocurrida hace 66 millones de años y, por otro, una intensa crisis ambiental y climática que tuvo lugar aproximadamente hace 33 millones de años.
De acuerdo a un comunicado, los científicos han reconstruido una línea de tiempo sobre la evolución en el tamaño del cerebro y el cuerpo de los mamíferos durante los últimos 150 millones de años. Compararon la masa cerebral de 1.400 mamíferos vivos y extintos, concluyendo que no existe una relación causal entre el aumento del tamaño del cerebro y una mayor inteligencia, como sostienen las teorías predominantes hasta hoy.
En consecuencia, el estudio publicado en la revista Science Advances certifica por un lado que la variación en el tamaño del cerebro entre las especies se explica principalmente a partir de los cambios que experimentaron después de grandes crisis y eventos cataclísmicos. Pero al mismo tiempo destaca que el tamaño del cerebro y la magnitud del cuerpo no siempre han evolucionado en paralelo.
El tamaño del cerebro y del cuerpo no determinan la inteligencia
Teniendo en cuenta estas conclusiones y el carácter complejo de la historia evolutiva de las especies, los investigadores creen que es imprescindible volver a analizar el antiguo «dogma» que sostiene que el tamaño relativo del cerebro posee una relación directa con la inteligencia de cada especie. En el marco de la investigación, encontraron diferentes datos que harían tambalear esta teoría establecida.
Según los investigadores, los hallazgos evidencian que el tamaño del cerebro en relación con el tamaño del cuerpo no ha mantenido una escala estable a lo largo del tiempo evolutivo. De esta forma, no sería lógico considerarlo un indicador de la inteligencia alcanzada por cada especie, por lo menos en una amplia variedad de casos. Los expertos mencionaron tres ejemplos concretos: humanos, delfines y elefantes.
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Caminos separados
Estas tres especies de grandes cerebros alcanzaron sus proporciones de diferentes maneras. En función de los resultados de la investigación, ha quedado claro que aunque los elefantes aumentaron en tamaño corporal, lo hicieron incluso más en cuanto al tamaño del cerebro. Sin embargo, no hay evidencias de un aumento de igual magnitud en su inteligencia.
Los delfines han seguido un parámetro completamente diferente: su cuerpo tiende a disminuir con el paso del tiempo, pero como contrapartida se incrementa el tamaño de su cerebro. En tanto, los grandes simios contaban con una amplia variedad de tamaños corporales, pero mantenían una tendencia general hacia el incremento en el tamaño del cerebro y del cuerpo.
Con relación a los representantes de la línea del ser humano, o sea los denominado homínidos ancestrales, el estudio muestra una disminución relativa en el tamaño corporal y un aumento en las dimensiones del cerebro, en una tendencia que marca diferencias con respecto a los grandes simios.
Inteligencia y presiones ambientales
Más allá de los eventos que habrían marcado un mayor desarrollo cerebral y de las diferencias entre el tamaño del cuerpo y del cerebro, cabría preguntarse cuál es el camino a seguir para poder determinar la evolución de la inteligencia. Según los científicos, esto requerirá de un mayor esfuerzo para examinar las características neuroanatómicas, como por ejemplo las regiones del cerebro conocidas por procesos cognitivos superiores.
Finalmente, los investigadores concluyeron que los tamaños del cuerpo y del cerebro no son independientes de la evolución de la inteligencia, pero no alcanzan a determinarla. Los resultados del estudio indican que estas variaciones pueden ser más indicativas de adaptaciones generales a presiones ambientales a gran escala, más allá de los procesos relativos a la inteligencia.