La historia de El Faro de Nogolí, la estancia fundada en 1926
Fue construido por José Moneta, un militar retirado. Hizo canales y una pileta para alimentar una usina. Generaba electricidad para su campo. Iluminaba la mesilla, el sector norte del pueblo y el cordón saliente de los cerros.
En la zona de Nogolí existe una estancia denominada El Faro, una construcción que tiene muchos años y refleja un poco el poderío de quienes fueron sus primeros dueños porque tenía su propia generadora de electricidad. Toda una gran novedad para el primer cuarto del siglo pasado si se tiene en cuenta que en el pueblo se alumbraban con candiles, velas o sol de noche y tampoco tenía alumbrado público.
Dice la historia que en 1926 llegó a Nogolí el contraalmirante naval José Moneta con la intención de comprar unas hectáreas de campo. Arribaba atraído por los comentarios de la belleza del lugar y su clima.
El hombre venido del mar era asmático y por prescripción médica debía radicarse en algún lugar de clima seco, por lo que le habían recomendado a San Luis. Moneta conocía el lugar cuando pasaba camino a La Rioja, donde había sido nombrado interventor federal en 1930.
Después de recorrer varias provincias, Moneta y su esposa, Margarita Ceballos, se afincaron en Nogolí. No fue fácil la adaptación de la familia. De vivir toda una vida en el mar a hacerlo en un lugar seco e inhóspito les resultaba totalmente complicado.
Moneta pasaba largas horas recorriendo su nuevo hogar, conociendo su campo, la topografía del terreno y la fauna. En su cabeza rondaban los recuerdos de infinitas travesías en aguas saladas y lejos de tierra firme. Así, comenzó a elaborar la idea de construir algo que tuviera que ver con todos aquellos momentos, puesto que la mayor parte de su vida fue arriba de los barcos.
Y gracias a estas torres de señalización luminosa en alta mar, que muchas veces le sirvieron de guía cuando el peligro amenazaba, Moneta decidió erigir un faro como un homenaje a su vida reciente.
Así, cuentan que puso en marcha su proyecto y construyó un faro a semejanza a los visto en sus travesías. Concretó la obra en medio de las sierras, frente a uno de los ventanales de su casa. Por lo que al acercarse a ella, podía transportarse a sus días de marino. Por todo ello llamó a su estancia El Faro.
Una de las grandes novedades que ofrecía la estancia era que tenía luz propia. Se edificó una pileta que llamaban El Laguito, se alimentaba con el agua que llegaba por canales construidos desde el río a la casa y servía para la usina. Vecinos recuerdan que durante muchos años la luz que emitía el faro iluminaba la mesilla, parte norte del pueblo y el cordón saliente de los cerros.
«Fue una obra innovadora para la época puesto que la luz eléctrica llego a Nogolí cerca de los años ochenta», dice el investigador Gabriel Calderón.
Fuente: DIARIO DE LA REPUBLICA