La Compañia que dejó plantado a todo Nogoli

La Compañia que dejó plantado a todo Nogoli

Por Jorge Rosales


Vasos, platos y cubiertos volaron junto al mantel de un solo tirón, así el joven trepaba a la mesa ocupada por las autoridades. Gustosos de ver actuar al crédito del pueblo, lo animaron entre varios a subir mientras otros corrían a traerle una guitarra prestada. El gobernador Zavala Ortíz -con su comitiva- visitaba Nogolí por invitación de «La Gestora», que buscaba convencerlo de cualquier modo para que construyera el proyectado dique.
Desde que la empresa agropecuaria comenzó en 1945 a comprar campos en la zona, repetidas fueron las gestiones para que la provincia concretara la obra. Habían transcurrido seis años de aquella fecha, y las primeras 600 hectáreas plantadas con olivo no podían seguir más regándolas con camiones. Necesitaban mayor caudal de agua para desarrollar estos cultivos, y comenzar con las explotaciones ganaderas.

Sobre el improvisado escenario el músico de 13 años desplegó todo su repertorio cuyano, para que los ilustres (y generosos) visitantes empezaran a introducir billetes por la boca de la guitarra, en muestra de reconocimiento. Desconcertados los directivos de «La Gestora»seguían con atención la situación, viendo cómo de a poco se desvanecía el último intento por conseguir los fondos para la presa.

Nazario Sánchez,en sus años mozos.

“Antes de devolver el instrumento a su dueño, Tomás Escudero, saqué el dinero -unos 9 mil pesos de hoy-, que me alcanzó para comprar en lo de Fabré una viola nueva marca Tango”, cuenta Nazario. Su padre, Nicomedes Sánchez, que era mecánico y hojalatero encargado de los trabajos de mantenimiento en la empresa, lo había llevado a Nogolí para que fuera a la escuela, y a la vez le hiciera compañía.

El impulso que «La Gestora» le estaba dando a esa zona del norte puntano, llamaba la atención en toda la provincia. Trabajadores de San Francisco, hasta de Carolina y Valle de Pancanta llegaban en busca de empleo. Cerca de 200 obreros tenía ocupados la compañía, entre quienes no faltaban los extranjeros, como el alemán Esteban «Pingues» o el español “Don Tola”, encargado del vivero y que juraba haber sido novio de Libertad Lamarque.

También estaba Panelo que, con su pata de palo, llenaba de viruta el piso de la carpintería. Y el más criollo de todos, Tomas Escudero, un tractorista al que siempre le sobraban historias para contar, si antes no le daba por descoser la encordada. «Fue una gran escueladonde la gente aprendió diferentes oficios y tareas que nunca había hecho, por ejemplo podar o hacer injertos», recuerda Nazario Sánchez sobre este emprendimiento.



Dodge WC 4×4 de 1941, vehículo americano de prestaciones militares que servía de movilidad en La Gestora de Nogolí.

Con la administración central ubicada en “El Faro” -la antigua estancia de Moneta-, “La Gestora” acabó adueñándose de casi todo Nogolí. Desde las sierras a la ruta, hacia el norte y sur, la compañía era propietaria de los puestos “San Lorenzo” (camino a Villa de la Quebrada), “El Oratorio” (casa de piedra que quedó bajo el dique), “La 14” (donde nace el acueducto Río Amieva), además de “El Alto” y “La Serrana” entre otros.
En estos campos la empresa empezó colocando alambrados, tranqueras y abriendo calles. También construyó casas con techo de tejas y a dos aguas, mientras iba extendiendo sus cultivos de olivo. «La mayor parte son propiedades de nuestros compradores de lotes; el resto se lo reserva la sociedad para su explotación directa», explicaban los directivos en una nota publicada en setiembre de 1947 en La Reforma.
Un emprendimiento de iguales características tenía ya en marcha la compañía, pero en los departamentos San Javier y San Alberto de la provincia de Córdoba. En las adyacencias de Villa Dolores, en el lugar conocido como «Los Callejones«, había instalado una fábrica de aceite para procesar la producción de 2.000 hectáreas de olivares, que recibían el riego proveniente del dique La Viña.



Estancia El Faro, donde estaba ubicada la administración de La Gestora.

En Nogolí, la gerencia la desempeñaba el ingeniero Marcelo Regúnaga, padre de quien décadas después sería nombrado secretario de Agricultura de la Nación, en las presidencias de Menem y de la Rúa. Pero además «La Gestora» tenía un administrador, Alberto Moyano, el mismo que con el paso del tiempo ocuparía el cargo de intendente del pueblo durante 20 años, en diferentes períodos.

Según el estatuto fundacional, la empresa estaba constituida en una sociedad anónima inmobiliaria, agropecuaria y mercantil, con oficinas comerciales en calle Piedras 113 de Capital Federal. Su actividad principal consistía en comprar y vender tierras cultivadas o incultas, que eran puestas en valor mediante plantaciones de frutales, obras de riego, instalación de plantas industriales y armado de establecimientos agrícolas ganaderos.
En el caso de las granjas que también ofrecían a interesados en arrendarlas o adquirirlas directamente, las había con o sin vivienda; con regadíos o de secano y con cultivos diversos o sin ellos. Además facilitaba la alternativa de hacerse cargo de la distribución y comercialización de sus productos, según estaba explícito en los contratos celebrados al momento de concretar la transacción.



La Serrana, en su predio se encontraban los galpones de «La Gestora», y también los viveros.

Por la gran cantidad de hectáreas que reunía esta sociedad, no era erróneo pensar que había involucrados conocidos terratenientes. Ese fue el término que empleó La Reforma en octubre de 1939 al denunciar a los poseedores de extensas superficies de tierra que impiden a pueblos como Nogolí progresar, porque «se sienten dueños y señores hasta del agua de consumo», sentenciaba.
El periódico se refería puntualmente al contraalmirante José Moneta, quien desde principios de 1920 cuando llegó a San Luis, había adquirido campos a través de Bartolomé Vivarés y a nombre de una tal María Esther Ceballos. La mujer que era descendiente del virrey Pedro de Cevallos y poseía mucha fortuna, estaba casada con Antonio De Tomaso, otro latifundista que fue ministro de Agricultura en la presidencia de Juan P. Justo.

Entre los establecimientos rurales que el marino decía ser su titular figuraban “El Faro” y «La Serrana», dos estancias que en 1940 quedaron a merced de la ley provincial 1675. La normativa cuya finalidad buscaba extender las 11 hectáreas que por entonces tenía Nogolí, autorizaba al Poder Ejecutivo a expropiar una fracción realizando un gasto no superior a 3.000 pesos.

«La Gestora 14» es el único puesto que hoy conserva el nombre original de la empresa. Allí nace el acueducto del río Amieva.

Un año antes de fallecer en el mismo pueblo, Moneta alcanzaría a publicar también su descargo, «en calidad de propietario del campo que más abarca el contorno de la citada villa»,diría. En la nota aparecida en El Heraldo del 21 de setiembre de 1940, rebatió la disposición oficial y a la vez hizo una contra propuesta de ceder gratuitamente sólo 20 ha, evitando entregar de ese modo sus tierras de mayor valor.
Con «La Gestora» en pleno funcionamiento, «La Serrana» «El Faro» aparecían ya en los planos catastrales de 1946 a nombre de María Esther Ceballos de De Tomaso. La sociedad por su parte tenía como presidente a Manuel Alcázar Arana y secretario Angel Blanco Salvatierra. Ambos eran españoles, pero este último contaba además con el antecedente de haber prestado servicio diplomático a la República durante la guerra civil.
Demasiados intereses en ciernes complicarían tempranamente al emprendimiento, que en noviembre de 1947 debió afrontar la primera desdicha. Eduardo Sobral, un joven de 19 años empleado de la compañía y sobrino del gerente Marcelo Regúnaga, murió por los disparos recibidos en la vereda del Obispado de San Luis. El autor del hecho, Luis Vivarés, era unimportante estanciero de la zona y funcionario de la Provincia, que nunca recibió condena.


Carteles que se multiplican en Nogolí, bajo la sombra de los olivares.

Pese a este lamentable suceso «La Gestora» siguió trabajando, aunque la buena fortuna nunca volvería a acompañarla. Algunos aseguran que fue una gran sequía, otros la quiebra de un banco italiano, y hay quienes también hallan en la negativa del gobierno a construir el dique, las razones de su fracaso. Los directivos de la empresa desaparecieron y para cuando estalló la revolución del ´55 nadie quedaba en el lugar, excepto unos pocos obreros.
Alejandro De Tomaso, que desde 1948 venía administrando todos los campos de la familia (incluidos «La Serrana» y «El Faro«), también huyó unos meses antes del País, al ser descubierto en una conjura para derrocar al gobierno peronista. Su activa militancia dentro de la línea conservadora, lo había llevado además a colaborar en la fundación del diario Clarín, junto a Roberto Noble.
Desaparecida la sociedad en San Luis y Córdoba, los empleados recibieron en pago terrenos por salarios adeudados. Mientras muchos lotes esperaban por sus desconocidos dueños, a quienes les resultaba más costoso tramitar la mensura y averiguar cuál fracción les correspondía, que perder la propiedad. Situación que aprovecharon ex administradores de«La Gestora», como Jorge Asia en Villa Dolores, para concentrar grandes superficies.
En Nogolí es conocido el dicho sobre la existencia de títulos de tierra que «son inventados». Algunos logran prosperar en los trámites de posesión veinteañal, y otros quedan en el camino. Igual al aceite de oliva que los turistas compran convencidos que es un producto de la zona. Sin advertir que tiene por origen la provincia de Mendoza, según se lee con mucho esfuerzo al borde del envase, en letra muy chiquitita.

Publicado en inbicible.blogspot.com.ar

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